Akelarre, una película de angustia, rabia y coraje.
Fotomontaje con Paisaje del País Vasco de noche, y Àlex Brendemühl, actor, XII Premis Gaudí (2020), GuillemMedina, CC BY-SA 4.0
Yordan Roque Álvarez, 17/03/2021
El pasado viernes se estrenó en Netflix ‘Akelarre’. La película española, que viene de cosechar infinidad de premios (entre ellos 5 Goyas) por todos los festivales que, con tanta dificultad, se han venido celebrando, nos traslada a principios del siglo XVII, momento en el que la Santa Inquisición era la ley, y cualquier mujer solo por ser atractiva, bailar y/o cantar podía ser quemada en la hoguera por bruja.
“País Vasco, 1609. Los hombres de la región se han ido a la mar. Ana participa en una fiesta en el bosque con otras chicas de la aldea. El juez Rostegui, encomendado por el Rey para purificar la región, las arresta y acusa de brujería. Decide hacer lo necesario para que confiesen lo que saben sobre el ‘sabbat’, ceremonia mágica durante la cual supuestamente el Diablo inicia a sus servidoras y se aparea con ellas.”
Un fantástico relato, donde sientes la angustia, la rabia y el coraje de ese grupo de niñas vejadas y acosadas por un grupo de “cerdos” sin escrúpulos. Pero si algo caracteriza a Akelarre es la excepcional ambientación y la magnética concepción de su particular universo de brujería vasca, que no llega a ser ensombrecido por ese discurso de brocha gorda y la simplicidad al retratar a sus, por otro lado, interesantes personajes. Las canciones tradicionales y el uso del euskera aportan su toque de misticismo necesario, hasta el punto de llegar a ser hipnótico para un espectador que entra de lleno en ese mundo, gracias al trabajo de vestuario, maquillaje, peluquería y un trabajo actoral difícil de poner alguna pega. En cuanto a la fotografía se echa de menos un poco de grano y calidez en la imagen para huir de la precisión y calidad de lo digital, que hubiera favorecido al relato y la inmersión en la época, pero queda justificado tras conseguir que las escenas en la oscuridad y alrededor del fuego se disfruten tanto en la gran pantalla como desde el sofá de casa, algo de agradecer al verla en Netflix.
Hacer una mención especial a la actriz protagonista Amaia Aberasturi, por su fantástica labor para dar vida a Ana, y a todas las chicas en general que denotan una frescura e ingenuidad que aportan tanto valor al relato. Pero, también, a Alex Brendemühl, cuyo papel de villano de la historia está ejecutado a la perfección, ya que con la mesura justa acaba introduciendo en el espectador un asco atroz hacia su personaje.
En definitiva una película que te sobrecoge, que te mantiene en tensión, que hace equilibrios sobre esa delgada línea que separa el terror y la sátira negra, y que, de estar rodada en inglés y dirigida por Ari Aster (‘Midsomar’) o Robert Eggers (‘La bruja’), estaríamos frente a un filme del denominado “nuevo folk horro